Cierto colega me narraba sus masturbaciones adolescentes introduciendo el miembro en papayas a punto de putrefacción que abundaban en su pueblo. Se regodeaba en el detalle de la resistencia fugaz que ofrecía la cáscara, himen frutal del trópico; el glande conquistando el interior húmedo y texturizado; el roce frenético que agitaba la sobrepoblación de minúsculas semillas negrísimas y, finalmente, la generosa oleada espermatozoica que bautizaba a la papaya como “lechoza”.
me ha gustado¡¡¡ papaya lechosa...excelente final¡
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