La invitación es a la contemplación
que te conduce a la incontinencia. “Primero, devórame con los ojos”.
Inmediatamente,
“percibe mi olor e interiorízalo, llénate con mis efluvios, ubícame desprovisto
de mirada, aprópiate de mi aliento”.
En adelante, “la piel habla”, cada
poro, vello, surco le dice algo a los tuyos, mi complemento. El sudor del
placer destila gloria.
Tu saliva es la mía; “mis jugos, tu
recompensa”.